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domingo, 30 de noviembre de 2014

Una historia de dragones



Una historia de dragones



Alguna vez ¿habéis soñado con dragones?
Esteban era un niño de diez años, que nunca había soñado nada, nada de nada, ni si quiera había soñado despierto. Eso que tenían los demás niños que llamaban imaginación, para Esteban no existía, no era capaz de crear historias, o ver más allá de la realidad.
Un día de colegio, la clase tenía programada una excursión a una reserva natural, en la que verían animales en libertad, y tendrían que tomar nota de todo, para después hacer una redacción.
El lugar era precioso, inmenso, Esteban jamás había estado en un parque tan grande, se quedó embobado mirando la altura de esos árboles centenarios, y la cantidad de animalillos que correteaban a su alrededor, y que no parecía que tuviesen miedo al ser humano.
Cuando se quiso dar cuenta, su grupo se había alejado tanto, que no conseguía verlo, Esteban empezó a acelerar el paso, pero más adelante se encontró con un cruce de caminos, y no sabía cuál sería el camino correcto que habrían tomado sus compañeros. Miró el camino de su izquierda, observó la escalinata del camino a su derecha, pero... El camino que realmente llamó su atención, fue el camino central, el único camino que no tenía baldosas, ni indicaciones, ni siquiera parecía un camino seguro, era un pasillo estrecho, cubierto con las hojas caídas de los árboles, y con luz intensa al final, que le despertaba cierta curiosidad, averiguar qué habría al otro lado.
Esteban se adentró en el camino, y justo llegando al final, antes de que sus ojos se acostumbraran a la luz, tropezó con la raíz de un árbol, que sobresalía del suelo, pero que había quedado oculta con las hojas caídas.
La caída fue dolorosa y desafortunada, pues justo su frente fue a dar con una roca, que le abrió una pequeña brecha, y al incorporarse, le cayó un reguerito de sangre, que bajó por la nariz, y goteó en el suelo. Esteban, intentó dar un par de pasos, pero mareado, cayó al suelo desmayado.
De repente sintió algo húmedo que le lamía la herida, abrió los ojos y con la visión algo borrosa, vio algún tipo de animal pequeño, con una lengua enorme y llena de babas, y del susto, pegó un grito, el animalito se asustó, dio un paso atrás, le miró y salió corriendo, desapareciendo en la oscuridad.
¿Cómo es posible? ¿Qué le había pasado a la luz? ¿Por qué estaba todo tan oscuro? ¿Qué hora sería? ¿Cuánto tiempo había permanecido inconsciente?
Esteban se levantó del suelo y empezó a caminar sin rumbo, hacia adelante, donde antes había una luz cegadora, ahora sólo había oscuridad.
Pero sintió como si le observaran, creyó ver algo moviéndose entre los árboles, gritó pidiendo ayuda, pero no parecía haber nadie cerca, corrió hasta la entrada de una cueva, donde quiso entrar a refugiarse, pero escuchó como un rugido, que venía de su interior, sería la guarida de algún animal, pensó, y dio media vuelta y empezó a caminar de nuevo.
Cansado, con hambre y frío, atemorizado, por si aparecía un animal y lo devoraba, se paró, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, y sacó una chocolatina de su chaqueta, para comérsela tranquilamente.
Entonces escuchó moverse las tripas, pero... no las suyas, miró a su derecha y lo vio, era aquel animal borroso que le había estado lamiendo la herida de la frente, sí seguro, era él, pero... No era un animal cualquiera, no, no, era... era... era un dragón, bueno uno pequeñito, un cachorro de dragón, estaba mirando la chocolatina fijamente, con sus ojitos rojos bien abiertos, ¡jo, pobrecito! estaba sólo como él, y parecía no haber comido en mucho tiempo. Esteban pensó que ya que le había limpiado la herida, lo menos que podía hacer es compartir su chocolatina con aquella criaturita. El dragoncito, se acercó a su mano, olisqueó la chocolatina, y... se la comió de un bocado, no era gran cosa, pero ese gesto, fue suficiente para hacerse amigo de Esteban, durante un rato, estuvieron jugando, corriendo uno detrás del otro, pero... entonces... apareció un dragón mucho más grande, tenía pinta de ser la mamá o el papá del dragoncito, porque éste, al verle, salió corriendo a restregarse en la tripa del dragón, que le arropó con sus grandes alas.
Después de un minuto de caricias y lametones, el gran dragón, se separó del pequeño y escupió una gran bola de fuego al cielo, (para no quemar ningún árbol). Seguramente estaba regañando al dragoncito por alejarse de los suyos, Esteban, mirando aquella escena familiar, pensó que... ¡qué suerte tenía el pequeño dragón!, había encontrado a alguien que se preocupaba por él, un ser querido que le podía echar una regañina, cuando hacía algo mal, pero que seguramente, no habían parado de buscarlo, hasta encontrarlo. Se dio cuenta, que sus padres estarían igualmente preocupados por él, y que seguro, también le regañarían, cuando le encontraran, pero, eso no le importaba, lo único que quería, era volver a verlos, así que se volvió y empezó a correr hacía donde creía que era el camino de vuelta a casa, el cielo se estaba volviendo cada vez más claro, seguramente estaba a punto de amanecer, así que decidió sentarse y esperar a que se hiciera de día, sacó su libreta y decidió dibujar a su pequeño amigo, para no olvidarse de él, pero el cansancio acumulado pudo con Esteban, que se quedó dormido, con la libreta y el lápiz en la mano.
Ya entrada la mañana, con el sol en lo alto del cielo, calentando su rostro, un destello de luz en sus párpados, hizo que Esteban abriera lentamente los ojos, y cuál fue su sorpresa, al ver que su profesora, sus padres y un guarda forestal, le estaban rodeando, parece que vuelve en sí, decía el guarda, ¡Esteban, Esteban! gritaba el padre, y cuando pudo reaccionar, la madre abrazó a su hijo tan fuerte, que apenas podía respirar, Esteban dijo: "estoy bien, estoy bien, ahora toca lo de la bola de fuego, ¿verdad? ", la madre miró a su marido extrañada y seguidamente, revisó la herida que Esteban tenía en la cabeza, el guarda forestal recogió el cuaderno del suelo, lo miró y se lo entregó al padre diciendo; "menuda imaginación tiene su hijo, seguro que ha estado soñando con dragones".
Esteban pensó, ¿imaginación?, ¿soñar?... ¡Imposible! él no tenía imaginación, y nunca antes había soñado.
Lo que había pasado, lo que había vivido, esa noche había ocurrido de verdad, seguro, 100x100 seguro.
La cuestión es, que a partir de ese día, Esteban pudo imaginar aventuras, soñar con su amigo el dragoncito, y aunque todos le dijesen que era un amigo imaginario, él lo vivió como si fuese de verdad, al menos por una noche, él supo que fue real, y el resto... ¿Quién podía negar que sus sentimientos y emociones, no lo fueran?
Si vives una aventura con tu imaginación, será tan real, cómo tú quieras que lo sea.
Que tengas lindos sueños.

FIN


Este relato está dedicado a una mamá muy especial, que me ha animado a escribir mis sueños, mis ideas, las que espero que un día se hagan realidad.



Y.L.L.
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